miércoles, 5 de marzo de 2008

Cuento tradicional

“EL CHINCHILICO”
Cuentan los antiguos trabajadores de las minas situadas al norte de la localidad de San Juan, que desde hace muchísimos años, merodea por ahí, especialmente en lugares apartados, un personaje muy singular conocido como “El Chinchilico”.
Este personaje, aparece y desparece en fracción de segundos y causa alarma entre los que logran verlo, debido a su aspecto (pequeña estatura y cara de anciano).
Los trabajadores tenían advertidos que no podían permanecer en zonas de la mina que estén oscuras y alejadas de los demás ya que podían ser objeto de las travesuras y burlas del “Chinchilico”. Sin embargo, Rolando Choquehuanca, quien era un trabajador bastante altanero y le gustaba alardear de su valentía, decidió un día retar a sus compañeros diciéndoles que el era capaz de cumplir un turno de amanecida , trabajando en la Pala (equipo pesado usado en las minas) él solo, para demostrar que todo era un cuento y que no había por qué temer.
Cuando llegó el momento, se fue a operar el equipo sin solicitar el apoyo correspondiente y permaneció en su sitio hasta que terminó su turno. Cuando llegó la hora de salida, sus compañeros empezaron a preocuparse por que no llegaba, siendo él, uno de los primeros en apersonarse al taller para cambiarse e irse a esperar el bus que los lleva diariamente a casa.
Cuando fueron a buscarlo, no se hallaba donde debería estar y sus compañeros preocupados empezaron a buscarlo llamándolo a viva voz si escuchar respuesta. Luego de media hora de búsqueda lo hallaron a una distancia de 100 mts. de su lugar de trabajo. Estaba pálido, tiritando y sollozando sentado sobre una piedra.
Al ser interrogado, manifestó que mientras estaba operando la pala como todos los días, alcanzó a divisar una sombra que pasó corriendo de izquierda a derecha, perdiéndose en la oscuridad de la noche. No pudiendo controlar su curiosidad, bajó a buscar y durante unos minutos estuvo llamando pero nadie contestó.
Cuando regresó a su asiento a seguir trabajando sintió un extraño escalofrío y al mirar a su lado, vió con horror una persona de 40 a 45 cms. De estatura, piel arrugada y curtida por el sol, los ojos enrojecidos y llevaba puesto un casco de minero. Al instante comprendió que se trataba del tristemente célebre “chinchilico” del que tanto le habían hablado. Trató de moverse pero no podía y empezó a sudar frío, sintiendo que le temblaban las piernas. Manifestó que a partir de ahí no recuerda nada de nada, solo que cuando volvió en sí, ya se encontraba en el lugar en el que fue hallado y por temor no se había movido esperando ser encontrado por sus compañeros.
A partir de ese día, Rolando es una persona humilde y no pierde oportunidad de contarle a alguien su experiencia y aconsejarlo para que no se aleje de lugares oscuros y alejados para que no le pase lo mismo que a él.

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